martes, 19 de noviembre de 2013

Por la compra de un tulipán

Qué le voy a hacer si dejo la puerta abierta y se me escapan los sueños. O si me asomo demasiado y acabo ahogándome en un pozo de mentiras dialogadas conmigo misma. Qué hago si eso me pone triste y se me encharca el corazón. Si se me va el día buscando formas en la cortina de una habitación demasiado roja. Y yo ya no sé qué espero del futuro, del futuro que imagino, donde no me atrevo a existir. ¿Por qué me conformo? ¿Por qué me paro a gritar para luego darme la vuelta y seguir por el mismo camino? Y grito aquí, aunque sé que esto volverá a no significar nada. Porque, oh, sorpresa, soy demasiado blanda, demasiado cobarde y demasiado víctima como para levantar la mirada de un puñado de historias mal escritas a las que llamo ilusiones. Tengo miedo de tener que ir tachando tareas pendientes. De no vivir mi propia historia y esperar a los demás. Y aunque la habitación es pequeña y las cortinas ya están en llamas, sigo asomada a la oscuridad de la esperanza vacía, escondida en un pliegue de la imaginación, porque no me gusta lo que soy aquí fuera. 


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