viernes, 28 de agosto de 2020

No sé cómo decirte.

 Quiero llorar. Algo pesa, dentro, justo al lado del corazón. Algo que tiene un regusto a culpa, a duda, a inseguridad. Quiero preguntarme, y no me atrevo, si la causa es reciente o lleva demasiado tiempo olvidada. Si los años que he pasado sin ti cierran la herida o la abren a cada situación. Quiero saber si me pongo excusas para no enfrentar mi realidad, o si la realidad es el resultado de todos los fallos del sistema que me han reconfigurado. 

¿Eso existe?

¿Soy lo que soy, o lo que debí ser? ¿Cómo era cuando me conociste? ¿Qué hubiera sido de haber sido a tu lado? ¿A qué tipo de emociones tendría que enfrentarme? ¿Qué cubre mi forma de ser, después de todos estos años escondiéndola? 

No quiero preguntar, pero eso sí lo hago, todo el tiempo, qué me dirías. Quiero creer que te oigo, en mi cabeza, como una conversación perpetua, una disociación de la personalidad, una voz de la conciencia. Pero es imposible que seas tú. No por las razones obvias, sino porque no te conozco. No puedo saber qué me dirías porque no recuerdo si alguna vez me has dicho algo. Y esa conversación se vuelve tóxica, porque yo quiero creer. Quiero que puedas ser tú. Pero solo es mi culpa, mi inseguridad, mi náusea, la que habla. Todo. El. Tiempo. 

No eres tú porque nunca has estado. Porque no me has podido completar. Porque otros lo han hecho. Sin saberme, sin verme, sin conocerme. Me han hecho. Y me duele. 

Pediste que cuidaran de mí. Quizá lo han hecho a su manera. Quizá yo no entiendo esa manera. Quizá me ha faltado tu manera. Tu cuidado.

Tú.

viernes, 17 de abril de 2015

Hoy

Hoy he descubierto, como ya sabía pero había olvidado, que, contigo o sin ti, la vida sigue. Para todos. Hoy he vuelto, un rato, a ser Spirale, y como siempre que vuelvo me siento en casa otra vez. La vida sigue. Se ve en sus ojos, en sus caras y sonrisas. Se ve en los decorados que surgen de nuevas esquinas. En sus gestos, palabras sin palabras, sin más voz que la fuerza de las manos. Hoy quiero ser un poco como todos ellos. Dejar, por un día, de sobrevivir para vivir. Con una sonrisa descontextualizada, un paso de baile recién aprendido. Un contigo cantado. Un futuro que acaba en junio. O que empieza en junio. Hoy quiero volver a reír a carcajadas. Incluso rodeada de recuerdos. O, precisamente, rodeada de recuerdos. Hay cosas que hoy no cambian, aunque la vida siga. Y otras que lo hacen muy despacio. Como esa amistad que se colmata de experiencias y tormentos compartidos, a dos millas de distancia.
Que no se gasten los abrazos ni las sonrisas. Que los siga encontrando en mi vida. A todos. Ser gotita. Ser hipopótamo. Ser Pilar. O ser María. Pero ser con ellos.

martes, 24 de febrero de 2015

La relación perfecta

Duele. Esta vez duele en el cerebro. Donde nunca llega la calma, donde los impulsos neuronales se sacuden continuamente. Donde se abren las grietas al abismo de la felicidad para ver cómo se aleja de ti. ¿Para siempre?

Está bien intentarlo. Dicen las malas lenguas que la esperanza es lo último que se pierde. Y con todo. Cuando cae la esperanza, probablemente estemos desangrándonos en una esquina con las tripas alrededor. Aún así, nos las apañamos para cosernos y remendarnos, para lamernos la herida y limpiar la sangre de las paredes. 

Mira, universo. Deja de intentarlo. Conmigo ya no te va a funcionar. Déjame quererme. Déjame descubrir quién soy, y quién quiero ser de verdad. Déjame serlo. Y déjame construir mi camino y disfrutar de lo que tengo. Déjame en paz. No quiero más que vivir libre. Libre incluso de ti. De los tratados ultrasecretos que haces con el azar. Quiero ser yo, con todas sus consecuencias. Sé que lo has intentado, y era magistral, en serio, pero, a partir de ahora, que se encargue otro. Tú déjame en paz de una maldita vez.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Ella pintaba nubes

Ella pintaba nubes mientras su cielo estaba nublado. Y evitaba los charcos del pasado, sonriendo a duras penas. A veces, aún duda de su valía, preguntándole a la luna qué se mueve en el futuro, o si al menos hay futuro para ella. Y la luna no responde. Callada y oscura, se mantiene al margen. Mientras los días pasen, el futuro no existe. Escondido en las varas de un teatro, o entre una carra que gira al ritmo de la música, después del pie que da una frase. Hombres de caridad o limpiadoras. La historia se mantiene. Qué felicidad, la Navidad llegó. Llegó llena de matices. De pequeñas historias que nunca acaban. De cómo saca la voz, y la fuerza que tiene dentro. De cómo las molestosas se volvieron soldaditas. De cómo se superan los miedos cuando te dan tantos abrazos. De cómo el azul nunca es el mismo azul. De cómo se monta el techo de una carra. De cómo el corazón asusta, pero se sigue adelante. De cómo se llora delante de tanta gente. De cómo se es fiel a uno mismo. De cómo la chica de vestido violeta se convierte en Emily.

A veces, la luna está demasiado ocupada para responder a tantas preguntas. A veces, le aburre plantearse ese tipo de cosas. Y a veces, sólo a veces, no hay respuesta. Porque la respuesta llegó un septiembre u octubre, qué más da, de hace un par de años. Vino envuelta de proyectos e ilusiones, al inicio de una gran espiral. 

No puedo hacerte cambiar de opinión, no puedo darte esperanza, ni más ánimos, no puedo darte fuerza ni conseguir que te quieras. Lo único que puedo hacer es quererte tanto como lo hago.  

lunes, 8 de diciembre de 2014

El dado estaba cargado desde el principio

Hay cosas que no se entienden hasta que pasan. Incluso si he estado toda la vida analizando las situaciones a las que me enfrento. Desgranando, en largas conversaciones conmigo misma, cada-detalle-de-mi-vida buscando una respuesta, un patrón de repetición o matices diferenciadores. Reconstruyéndome a cada experiencia, borrando los restos de un pasado del que no me hacía responsable. Y todo en función de una perspectiva falsa. De un querer ser quien no soy. Y esperar de mí lo que no tengo. 

Hay cosas que no se pueden explicar hasta que suceden. Hasta que explotan en el corazón dejando un rastro inconfundible de procesos fisiológicos y serios daños en la responsabilidad. El cosmos se frota las manos después de un trabajo bien hecho. Quizá debería haber ajustado un poco mejor los tiempos, piensa, pero no hay duda de que esta vez se ha lucido. Y se inclina en una formal reverencia ante un público inexistente. O ante un solo niño absorto que juzga desde el más hondo silencio. 

Sí. Puedo imaginar al universo, sonriéndome condescendiente. Toma. Es lo más parecido a ti que he encontrado. No la cagues. 


viernes, 31 de octubre de 2014

Mamá, no quiero ser artista

Que la gente me pregunte asombrada qué me ha llevado a las oposiciones de Historia no me quita el sueño, lo que lo hace es la inquietud que me corroe a título póstumo acerca del devenir que me llevó a Bellas Artes. Que no me arrepiento, no. Que, de haber tenido que elegir hoy hubiera preferido otra cosa, no me cabe duda. Y supongo que es algo de lo que nadie escapa. A la evolución personal que nos conduce por senderos que no imaginamos. Como el amigo informático que huyó de las expectativas de unos padres biólogos, y ahora cambia el píxel por el átomo. Como pasar las noches muertas pensando qué soy y qué querría ser en la vida, y llenar libretas de respuestas que no me creo. Y en un recodo del camino, encontrarme con un principio. Un recuerdo breve. De mayor quiero ser profesora o escritora

Llevaba veinticuatro años de retraso, retozando con la perspectiva de otros oficios, entre ellos el de ilustradora, o diseñadora gráfica, que aún me arrastran a los peores desvelos. Veinticuatro años en los que di por hecho más cosas que las que razoné. Y confié en la providencia más de lo que se merece. Y olvidé cultivar mi mente: el error más atroz de los que me toca apuntalar ahora. 

Ahora, que me reencuentro con una vocación olvidada. De mayor quiero ser profesora [...] Que me dirijo a una puerta concreta, con la ilusión desbordante de saber (creer) que es tu puerta. Qué digo tu puerta, es tu puerta. Con la emoción de adorar hacer aquello que hay detrás. Sabiendo qué eres y qué quieres ser el resto de tu vida. Ahora.

Ahora, me callo las lágrimas y mastico despacio la ignorancia y la falta de preparación. Porque se va a hacer bola cuando trague. 

sábado, 6 de septiembre de 2014

También yo

El amor platónico no es una solución. Es un fracaso que duele como un nudo en los pulmones. Quiero apagar las brasas de la esperanza. Y sin embargo tengo miedo de perder la oportunidad de encontrar algo de realidad en todo esto. Nunca debería haber querido enamorarme. Es como una losa de acero frío, un abismo en el centro del optimismo. La ilusión se vuelve amarga ante la falta de respuestas, porque lo que imagino no se hace verdad. Y eso que muchos de esos sueños son flojitos. Susurros estrellados en las noches vacías. Y el miedo irreversible de que nunca será verdad porque soy una ínfima existencia en el mundo que se esfuerza por latir y a duras penas lo consigue.
Ahora, el amor me ahoga. Cientos de cadáveres de mariposas se pudren en mi estómago. Quise ser fuerte, pensar que podría con ello. Me agobia sentirme. Me agobia querer, pero a la vez no querer querer y querer que quiera.
Nunca debería haber querido enamorarme de ti.

jueves, 21 de agosto de 2014

Liverpool II

Where I am. Lost amid brick houses while the world keeps moving. The trees danced in the breeze in an eternal farewell. I'm walking blind, like a Dissaverage song. Looking for the last wave. Looking for the last dream. Again. I'll never forget being there. With you. But, and I don't know why, I can't almost remember your face.
Fifteen days are not enough. Not enough. But you tought me I must like me, I need to love me. You made me happy. Only for fifteen days (but maybe it is enough)
And I won't give up. Sorry. I'll keep fighting for you.

lunes, 18 de agosto de 2014

Liverpool I

Y ahora dime, cómo te olvido. Cómo sobrevivir a la inercia de días tan salados como vacíos. Cómo arrancar los recuerdos y olvidar tu don't forget me.

martes, 29 de julio de 2014

El último sueño


Ya no sé con qué soñar. La luz sigue apagada en la otra orilla. Y aquí no me queda nada. Digo por inercia las frases aprendidas mientras sobrevivo a los días planos que tanto odio. No sé si quedan sueños. No quedan palabras. La esperanza sigue gritando aterrada, aferrada a la amarga realidad.
Pero el pasado no existe, lo inventaron para tener algo a lo que volver, algo donde mirar, porque nos daba miedo enfrentarnos a la niebla.
Sigue volviendo la vista y acabarás destrozando los sueños que te quedan y convertida en sal.

Incluso descalza.

miércoles, 25 de junio de 2014

Me he enamorado un poco de ti.
De tus gestos, de tu sonrisa. De cuando hablas y cuando escuchas. De tus despistes. De tu humor. De tu olor. Del color de tus ojos. De tu pelo. De tu risa. De tu manera de comer chicle. De tus palabras. De tu mirada. De los detalles. De los roces sutiles. De la flor que cortaste. De cómo piensas. De ti. De ti. De ti. De ti y de ti. 

jueves, 22 de mayo de 2014

La base de la vida


Como dos cromátidas hermanas unidas por el mismo centrómero. Llenas mis conversaciones, de análisis de circunstancias, frases dirigidas o silencios de tres semanas. Pienso qué piensas, sin querer pensar. Y sueño con el corazón escondido, por si la realidad despierta. Me conformo con un minuto en tu día aunque tú pases horas en el mío. A veces me encuentro con tu mirada y me duele el corazón, como si se esforzara por latir. Otras siento que imaginé que compartimos aquellos momentos que incendiaron mi vida.
Me dueles, como me duelen las esperanzas que yo misma he dejado encendidas. Toda la noche. Todas las noches.

viernes, 16 de mayo de 2014

Lo que pasa en las películas


Y no me pasa a mí.
Qué captan los sentidos que se me revuelve el cerebro. Qué clase de cruel destino nos empuja a encontrarnos. Sin mirarnos. Sin sabernos. Huyendo de mí y de ti. Si me hablas, me caigo en tus ojos. Prefiero volver antes que se haga mentira. Cubrir con una sábana rota los restos. Huir de ti y de mí. Sin hablarnos. Sin pensarte. 
La casualidad causal. El presentimiento de Julia y la esperanza latente. Como si no hubiera un mañana. Pero sonríes, y me miras y me caigo. El plano cambia. Surreal y dolorosamente nítido. La esperanza encharca mis pulmones. Tú. Ella. Yo. Él. Y me duelen las palabras. Qué cruel destino ha hecho trampas con mis cartas. Porque ahora, mira.

Lo que pasa en la vida real.

sábado, 3 de mayo de 2014

No te hagas ilusiones

Sabía que iba a sufrir y aún así no me importaba. No me importaba y me importa. Porque me siento despreciada, sustituida, engañada y superada. Ajena a toda esa felicidad nítida e irreal que presuponía tener. Qué ingenua. O qué absurda. Cuando mi propia felicidad, construida con saltos de eje y planos oscuros está aquí mismo. En la cadencia pastosa de una voz en off que rellena el silencio con palabras que ya no escribo. En un perfil que se intuye a la derecha de la pantalla. En unos ojos que se clavan en el recuerdo. Y aún pretendo indignarme por la pérdida de algo que no echo de menos. Estoy atrapada en el presente y quizá eso me asusta. No quiero retroceder y tampoco me dejan correr. Que tengo prisa, dicen. Tengo prisa por hacer realidad esos pedazos de imaginación que se me caen por las noches. Me asusta vivir aquí. Y hoy. Me asusta afrontar mi realidad real. Porque mañana habré cambiado. Pero hoy aún no. Y olvido que cambio día a día. Que cambia mi realidad real. Y que puedes estar preocupado por cómo saldrán las cosas, pero cuando llega el momento, simplemente echas a andar. Echas a andar una hora y media. 

jueves, 10 de abril de 2014

Autoevaluación de la práctica docente

Reduzco mi vida a unos pocos momentos que la resumen, como hitos parpadeantes en un eje cronológico inacabado. Como un puñado de canciones felices. O un manojo de nervios ardiendo en el alma. Como desear una rápida huida, sin mirar atrás. Como los diez minutos más largos de mi vida. Y sentir la tensión acumulada en los ojos. Hablaré de lágrimas a flor de piel, testigos de expectativas demasiado altas. De cacahuetes de chocolate en el descanso.  O de una guerra demasiado larga.

El timbre de la campana ya no hace eco de días pasados. Ahora suena aliviado significando que ha pasado todo y que lo has hecho bien. Que lo he hecho bien. La letanía de hoy se repetirá allá donde la cuente. Y de mí depende que me acompañe toda la vida. Pero que vaya mejorando. Que el nudo viral de latidos ensordecedores sea un leve rumor de emoción, y los diez minutos finales sean demasiado poco, demasiado cortos. Porque de alguna forma, entre clase y clase recuerdo que merece la pena luchar por esto. Que todos los comienzos son duros. Dicen.

Que lo he hecho bien. Dicen.

jueves, 20 de marzo de 2014

Lo haré, lo haré

Será porque ya empieza a oler a primavera, o porque el tiempo lo cura todo. Será por la delgada línea que hay entre el pasado y el futuro, o por las palabras que vuelven a mí siete años más tarde. Será que ya no me pregunto quién soy, ni quién quiero ser. Ni me acuerdo de él. Ni me arrepiento de lo que no será.
Hoy, morir bajo competencias, objetivos y sesiones mientras arde Valencia merece la pena. Porque Bu se ha sentado en mis rodillas intentando comer galletas y cinco horas -sin Mario- se pasan enseguida si tienes con quién compartirlas.
Si me quedan lágrimas son para emocionarme al final del espectáculo. Si me faltan dos muelas, la sonrisa se me escapa sin quererlo.
Y tengo más de cien esteras. Te doy las que quieras.

martes, 11 de marzo de 2014

Hoy es siempre todavía

Nadie dijo que fuera a ser fácil.
La vida quiere doler. Agarrada a la garganta me recuerda que el pasado es eterno. Grito en silencio, entre los escombros de mi integridad. El recuerdo restalla en el cerebro desencadenando todo un amplio espectro de procesos fisiológicos. Si quiero encontrarme a mí misma ya no sé dónde buscar.
Y me sigue doliendo. Un dolor caliente y punzante. Agudo. Una octava más de lo que estoy acostumbrada. Un rumor sordo y desafiante, anidando donde lo haría el alma si pudiera.
Nadie dijo cuánto iba a durar. Ni a qué sabría la derrota.

martes, 25 de febrero de 2014

Fin

Quise creer en el futuro y abrazarme a él, soñando esperanzas de colores luminosos. Pensé que la vida no era un hecho, sino una actitud. Y construía mis expectativas sobre un muro de ingenuidad blanda que poco a poco lo absorbía todo. Donde él bien podía ser el centro de mi alegre existencia. 

Pero febrero se ha consumido en la más ingrata de las dualidades. La de la incertidumbre me araña el cerebro todavía. ¿Qué queda ahí fuera para mí? Y la decepción se hace fuerte entre los muros de plástico de mis propias mentiras aceptadas. Ya no me importa, repito escupiendo basura emocional. Ya no me importa y ahora estoy sola. Perdida. Llena de barro hasta las cejas porque no vi venir el pantano de inseguridad al que me abocaron hace un mes. Ni siquiera sé si ya he salido o cómo lo he hecho. Ni siquiera sé si seré suficiente. Porque ahora estoy sola y el mundo se extiende lleno de posibilidades, como hace siete años cuando Valencia era una promesa y no un recuerdo. 

Sonríe, María. Encara el horizonte y sonríe. La abnegación del yo ha terminado. Quizá se haya cumplido una etapa. O quizá no haya etapas sino una multiplicidad de causas que configuran quién eres y qué harás en la vida. 

¿Qué harás en la vida?

martes, 19 de noviembre de 2013

Por la compra de un tulipán

Qué le voy a hacer si dejo la puerta abierta y se me escapan los sueños. O si me asomo demasiado y acabo ahogándome en un pozo de mentiras dialogadas conmigo misma. Qué hago si eso me pone triste y se me encharca el corazón. Si se me va el día buscando formas en la cortina de una habitación demasiado roja. Y yo ya no sé qué espero del futuro, del futuro que imagino, donde no me atrevo a existir. ¿Por qué me conformo? ¿Por qué me paro a gritar para luego darme la vuelta y seguir por el mismo camino? Y grito aquí, aunque sé que esto volverá a no significar nada. Porque, oh, sorpresa, soy demasiado blanda, demasiado cobarde y demasiado víctima como para levantar la mirada de un puñado de historias mal escritas a las que llamo ilusiones. Tengo miedo de tener que ir tachando tareas pendientes. De no vivir mi propia historia y esperar a los demás. Y aunque la habitación es pequeña y las cortinas ya están en llamas, sigo asomada a la oscuridad de la esperanza vacía, escondida en un pliegue de la imaginación, porque no me gusta lo que soy aquí fuera. 


jueves, 14 de noviembre de 2013

No vayas hacia la luz

Hoy te busco en los ladrillos de una facultad cualquiera. En las letras de un libro electrónico. En las varas de un teatro. Hoy te espero, al abrigo del silencio, donde nadie se equivoca. Donde nadie aprende. Ayer creía tenerte. De igual a igual. A cielo abierto o en una habitación oscura. Entre los jirones de una bandera que olvidé ondear o bajo carteles que no se leen. He pasado cinco años olvidándote, lenta e indiferente. Observando cómo caen las hojas de los libros de mis estanterías. Pero hoy vuelvo a buscarte, de entre todos los años elegí éste. Hoy quiero tenerte a mi lado, quiero saber pensarte. Quiero poder gritarte. Hoy te busco entre los huecos de mi pensamiento, en los discursos de mis compañeros. Y hoy, más que nunca, y veinticuatro años han tenido que pasar para darme cuenta, te necesito.

Hazme libre

domingo, 30 de junio de 2013

La elegancia de una hoja en blanco

Y entonces se produce una escisión. Una esquina. Un nota desafinada en el eco de una habitación recién insonorizada. ¿Qué ha pasado con el camino que elegiste, que se ha vuelto sucio y enmarañado? Sin esperar ningún tipo de respuesta apagas la luz. Apaga la luz, sí, y espérame en los huecos de la vida, cuando tengas que pararte a respirar. Detrás de un espejo, el público rompe a aplaudir. Qué hay. Si olvidaste las maletas en un punto de noviembre, lejano, lejano noviembre. El cielo sigue girando. Un cielo que se manchó de verde cuando aún había esperanza. Aún queda esperanza, aún. Aunque aún queda, aún, queda esperanza. En medio, un mudo empieza a olvidar. Pero ahora lo pintamos todo de blanco.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Read my mind


Quiero olvidarme del mundo, y que el mundo se olvide de mí. Que las horas dejen de arañarme la espalda. Y que suene el despertador. Como hace cuatro años.

Quiero sonreír una vez más, y decir que no pasa nada. Quiero descubrir una canción nueva cada dos días. Quiero pasar más noches en vela. Quiero dejar de tener miedo y arrugar el pasado sin quemarme los dedos. Y no tener que fingir. Ni dar explicaciones. Ni sentirme juzgada. Una y otra vez. Quiero que me dejéis en paz. Quiero hacer fotos. Quiero ver series nuevas. Quiero ver películas que ya he visto. Quiero descubrir tipografías en la ciudad. Quiero ir al cine. Quiero hacer más estenopeicas. Quiero pasar muchas más noches en vela. Y que el amanecer se cuele por la ventana. Quiero viajar. Quiero ir a conciertos. Y cerrar la puerta. Y apagar la luz.

Quiero olvidarme del mundo. Quiero que el mundo se olvide de mí. Y pasar desapercibida. Sólo un día más.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Probablemente, no, prácticamente seguro, si hubiera sido al revés, las cosas estarían exactamente igual. O peor. Porque he llegado a frivolizar la situación con la perspectiva de alguien a quien no le importa realmente, quien no sufre las consecuencias directas. Y claro, qué fácil es proponer sin ponerse en el lugar del otro. Yo, que me considero una persona empática, qué fallo garrafal en el planteamiento del problema. Me doy cuenta, quizás tarde, como siempre, de que entiendo más de lo que pensaba tu punto de vista. Sobre todo, me veo como probablemente me veas, y te entiendo un poco más. Y te aseguro que me pareces una persona muy fuerte, por cómo has reaccionado, que he pretendido que aceptes y apruebes una situación que, mira por donde, lo más seguro es que yo no hubiera ni aceptado ni aprobado. Me he dejado llevar por la utopía de reducir las cosas a su mínima expresión y pensar que todo podía ir bien, como si no hubiera pasado nada de lo que ha pasado. Porque a veces me identifico contigo y me olvido de las circunstancias que nos rodean. Es muy fácil cuando no te afectan, pero imagino que tiene que ser muy duro cuando sí. Yo qué sé. Hay veces que las emociones me superan. No sé si estaré haciendo bien en darme por aludida, pero bueno, a veces surgen cosas que decir en los momentos que menos te lo esperas.

Y supongo que esto es una forma de retractarme, o de disculparme, o de purgar pensamientos.
Pero en cierto modo, lo necesitaba.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El año definitivo



Estos días no hago más que tener recuerdos perceptivos. Recuerdo las emociones de empezar curso. Del olor imaginario a nuevo, la sensación de estrenar rutina. Desde primero, con el edificio viejo y la falta de madurez de los que empiezan. Recuerdo el día que le tiré tortilla a un rostro anónimo, recuerdo la cafetería, con los “quién va” y los “dime” de la chica que atendía. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer cuando la quitaron. Recuerdo el olor a aguarrás de la clase de color, la calidez de la de dibujo y lo sucia que estaba la de escultura. Y sobre todo, recuerdo las ganas de los primeros días. Recuerdo a todos, a Sienra, claro, a Lorena, a Amalia. Y también recuerdo Valencia por descubrir. Margui esperando en Pont de fusta, sentada en la fuente, el puente pintado, el IVAM y la exposición de Alfaro, el ABC park y El orfanato, los viajes de autobús, las seis y media de la mañana y los bocadillos de mi tía.

Pese a todo, el curso que mayores emociones me despierta, es segundo. El peor, pero a la vez el que más nostalgia me da. El Ausias, la cama de 80 y el zulo, Bleach, el décimo piso, la conversación sobre lo paranormal, la primera de muchas con Lula. Lula, con su nórdico azul, su sobremesa y su póster de La vida de Bryan. Isa con su habitación de claustrofóbica y su frigorífico de diabética. Bajar a comer, ¿cuántos sois?, y las bandejas con huecos. Las noches en las que cenábamos después que todos, con el comedor casi a oscuras, las que cenábamos bocadillo, o ensalada. El chundachunda de fondo. Elena, siempre ahí. Y Marta, con su habitación grande y su bandera. Solana y su casa enfrente del tranvía, y el día que fuimos a cenar pizza. De ese curso me acuerdo de tantas cosas, tanto buenas como malísimas, pero todas han dejado marca. Del día que inauguraron la exposición de pintura, y de lo que pasó después. De escuchar La vela puerca de camino a la facultad. De Narración figurativa I y sus buenas, y malas consecuencias.De bajar a pintar cuando hacía frío. De los errores que cometí, de cómo se atragantó Escultura, de cómo se atragantó Color, de cómo se atragantó Dibujo, y del examen más triste de Historia del Arte. De cuando me dormí a las seis y media de la mañana, después de acabar el corto y preparar la grisalla para el examen, sin haber estudiado Historia, con la cama atravesada en la habitación porque había estado pintando la entrega de Color. Y de lo saladas que me sabían las lágrimas.

Tercero fue el curso plano y cuarto, el definitivo. De tercero recuerdo el piso, por supuesto. La habitación rosa. Halloween. Y el año de errores continúa. Videoarte y Audiovisuales encabezan la lista. Sin olvidarnos del escarceo en Restauración. Y el adiós definitivo al edificio viejo. Las clases de Historia del Cine y por supuesto, Narración Figurativa II, el reencuentro. Y los Malditos y el rodaje. De tercero no tengo recuerdos llamativos.

Y de cuarto tampoco. Pero fue el curso definitivo que me hizo encontrar el rumbo, y perder el miedo a la especialidad. Y descubrí el diseño gráfico, la vocación encontrada. Recuerdo frustrarme, pero encontrar soluciones prácticas a mis frustraciones, y empezar este cuaderno, a día 9 de noviembre de 2010, para escribir aquello famoso de No es el año definitivo. No existen años definitivos. Simplemente un curso más. No importa que seas mejor o peor, porque eso sólo hará que te compares con éste y con aquel. No necesitas resultados, necesitas aprendizaje. Pues así comenzó mi año más que definitivo, crucial. El año en el que conocí a Pepelu y a Toni, cuando me atreví a hablar con ellos. El año en el que empecé a leer Canción de hielo y fuego. En el que fuimos a muchas exposiciones y descubrimos la fotografía estenopeica. En año en el que conocí a Viso. El año de the Pinholers, o de the Estenopers, o de Estenopeicas de María, Pepelu y Viso. El año de comer en la universidad y de asistir de oyente a Pintura y Fotografía. De fotos, disparos y peces. De Valenbisi. Del piso de Pepelu, su cumpleaños y Cristina, Víctor, Odei y Gonçal, con su guitarra. Del Bruxes i fades y el Carcassone. De Elena, que sigue ahí. De la biblioteca y la compañía que hace. De casa. De L. De la noche que escuchábamos canciones mientras trabajamos. De La princesa Cisne y el ciclo de Jack Lemmon. De Orgullo y Prejuicio y las frases en la pared. Y de Isa y su año definitivo. De encontrarse a una misma y luchar por lo que queremos.

Y quinto. Hola quinto. Que llevaba meses esperándote, y que ya te siento un poco más cerca. Los primeros recuerdos de quinto son una mezcla de todos los años. De caras conocidísimas ya, en la orla. De gente con la que he ido en primero y con la que acabo en quinto. De muchas, muchísimas ilusiones y ganas, tantas como créditos. De proyectos, viajes y cenas que aún no se han programado. De las chicas. Tanit, María, Melani, Paula, Carmen y las tantas asignaturas en las que coincidimos. De casa, otra vez. De Pepelu y Viso y del batería, el guitarrista y la bajista de the Pinholers. Y Valencia y la luna de Valencia. Y el año definitivo, pero porque es el último.

Y el mejor.

viernes, 15 de abril de 2011

No más mentiras


Y pese a todo, aún me pregunto si merece la pena. Si lo que queda atrás es equiparable a lo que hay delante. El camino se hace largo, con el futuro en mente y el pasado en carne viva.
Mientras, la vida se me escapa. Sólo quiero que compile un array o que la lata no se mueva, o que en el código fuente esté la solución.
Mientras, el día se oscurece. Su historia, la mía, serán letras en un libro. Mi historia, la suya, un aprendizaje constante. Necesito más tiempo de exposición y esperar a que se haga de día.

Quizás pase otro año. O quizás sólo sean unas horas más. El mundo enmudece. Un día fui cobarde y al otro, estaba sola, y al otro la muerte vino a vernos. Qué más da, que pasen un año o veinte.

Si siempre será de noche.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Ab aeterno

Me duele pensarte, tan cerca del final. Me duele, aquí dentro, en el cerebro, y el alma se me arruga como una sábana mal puesta.

En qué momento decidí salir a nadar, salpicada por las olas, olor a mar. La sal marca las esquinas de la noche.

Y los días se muerden unos a otros, rabiosos y desconfiados, mientras el cielo se mancha de verde y de impaciencia. Silencio y ovación, y un grupo de estrellas muy juntas, olor a amor y a piel pegajosa, el sudor se acurruca en los huecos de tu cuerpo. Y las ganas de sentirte.

Minuto a minuto, como deseos caídos, vuelvo a ti, a tus esquinas y huecos, a la mar, a las estrellas arrugadas y tu piel pegajosa.

Y qué ganas de sentirte.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Luz de luciérnaga

El tiempo desacelera pulsaciones. Los días se suceden, todos igual, todos distintos. Uno. Otro. Ha comenzado la cuenta atrás.

Es el momento de desempolvar los planes otra vez. De recoger la ilusión que sembramos en primero y que olvidamos el curso pasado. De crecer. De encarar los problemas con madurez. De recuperar propósitos. De jerarquizar. De volver a encender la luciérnaga. De compartir. De aprender y re-aprender. De luchar contra el tedio, contra la rutina, contra la enfermedad de unos y de otros, contra el miedo, contra el odio, contra la mentira, contra mí, contra ti, contra el mundo. Es hora de cambiar. De volver a escribir, que los ecos vacíos del pasado se precipitan inexorables. Es hora de seguir.

Reminiscencias de un pasado en constante latido, una eterna laguna, un charco. Y un puente para olvidar. O para cruzarlo una y otra vez. Y una sonrisa, luz de estanque sucio, luz de noches en vela. Un mundo hecho a medida. Un antes. Un centenario con una manchega. Un viaje, otro de vuelta y una filmoteca. Una amiga de libro. Otra de poemas. Un circo. Una nariz derretida. Una matrícula. Y un curso entero.

Y luz. Luz de luciérnaga.

martes, 6 de octubre de 2009

Cirkuit Planet

Aquella historia rezumaba una conocida sensación de familiaridad. Como si todo cuanto acontecía ya hubiera sucedido. Como si cada mañana recibiera desordenados motivos para encadenar las palabras a significados que no comprendía. No comprendía. No quería entender lo que el mundo trataba de decirle, en su degenerada forma de caminar. En su degenerada forma de vivir. Hace algún tiempo, decidió no volver hacia atrás. No le esperaba más que desilusión, o desesperanza. Hierba reseca, testigo de la destrucción de una civilización. Se habla de ataques armados a la injusticia, dibujada en forma de demonios. Se habla de muerte. De muer-te. De violencia y muerte. De cuanto nos parece abrumador, pero a la vez lejano. De lo que sabéis que existe, pero realmente nunca habéis visto. ¿Y qué? Volvemos a ser insensibles, a mirar por encima de los obstáculos, vigilando las nubes por si vuelve a llover. ¿Y qué? Si así estamos bien. Si aquí estamos bien.

O quizás, sólo quizás, las palabras sean germen de imágenes conectadas, que son y a la vez no son. Que metaforizan, que sugieren, que revelan. Que todo lo que no hemos vivido se vuelve contra nosotros y nos golpea en la imaginación. La mentira y la verdad no son más que términos inventados.

Mirad, mirad hacia atrás de nuevo. Volved a sentir las arcadas. El olor a sangre. El olor del miedo.

Ahora, callad y escuchad. Las palabras encadenándose a significados. Escuchad, que tal vez, hoy lo entendáis.

viernes, 24 de julio de 2009

Path to Glory


La única confesión que haré, después de escribir un texto visceral que acabará en la papelera de reciclaje, es que no debería haber permitido que me afectara tanto. Que no debería mirar para atrás, que voy a acabar cayéndome. Que hay cosas que uno no tiene en sus manos. Que me arrepiento, sí, pero sólo de aquello de lo que tengo culpa. Del resto no. No me arrepiento de ser feliz ahora.

Tengo sólo veinte años.

Más se perdió en 1991. Y aquí seguimos.

martes, 24 de marzo de 2009

Pensamientos. Documentación para cortometraje


Lo primero que debería enseñarse acerca de la vida es que estamos solos. Lo segundo, que siempre vamos a estarlo. Depender de los demás nos hace débiles. Demasiado, en mi opinión. Cuando necesitamos a los demás fraccionamos nuestra mente y dedicamos exclusivas partes a cada uno de ellos. Y dejamos de tener el absoluto control de nuestra vida. Si queremos que nos vayan bien las cosas, o al menos, no demasiado mal, recuerda, sólo puedes confiar en ti, y en todo caso, servirte de los demás.

Mi vida se reduce a esos momentos en los que perteneces a la minoría de gente que se opone a la infame mayoría que gobierna el mundo. A la asquerosa y maloliente masa de putrefactos cerebros que transitan, que pululan, que ocupan espacio vital y consumen oxígeno. A esa gente a la que les escupiría en el entrecejo con un rifle si tuviera la suficiente puntería.

Tal vez piensen que estamos locos, pero solo cumplimos con absoluta precisión este autoimpuesto trabajo que nos saca del tedio al que está abocada nuestra existencia. La gente no vive: dice que vive. Existen en su propia mentira. Inventan los parámetros que marcan sus vidas, los adaptan unos a otros para conformar la pestilente masa social a la que pertenecen. Se engañan, se autoprograman. Se meten tanto en el papel que aun sabiendo que actúan, empiezan a creérselo. Son el recuerdo de lo que debe ser. Son un holograma, una ilusión óptica, un espejismo. Cuando los ves crees que son, pero en realidad carecen de entidad. No son ni siquiera existencias vacías. Son huesos, músculos, vísceras, que se mueven. Se mueven, y eso es lo único que los diferencia de un cadáver.