viernes, 28 de agosto de 2020

No sé cómo decirte.

 Quiero llorar. Algo pesa, dentro, justo al lado del corazón. Algo que tiene un regusto a culpa, a duda, a inseguridad. Quiero preguntarme, y no me atrevo, si la causa es reciente o lleva demasiado tiempo olvidada. Si los años que he pasado sin ti cierran la herida o la abren a cada situación. Quiero saber si me pongo excusas para no enfrentar mi realidad, o si la realidad es el resultado de todos los fallos del sistema que me han reconfigurado. 

¿Eso existe?

¿Soy lo que soy, o lo que debí ser? ¿Cómo era cuando me conociste? ¿Qué hubiera sido de haber sido a tu lado? ¿A qué tipo de emociones tendría que enfrentarme? ¿Qué cubre mi forma de ser, después de todos estos años escondiéndola? 

No quiero preguntar, pero eso sí lo hago, todo el tiempo, qué me dirías. Quiero creer que te oigo, en mi cabeza, como una conversación perpetua, una disociación de la personalidad, una voz de la conciencia. Pero es imposible que seas tú. No por las razones obvias, sino porque no te conozco. No puedo saber qué me dirías porque no recuerdo si alguna vez me has dicho algo. Y esa conversación se vuelve tóxica, porque yo quiero creer. Quiero que puedas ser tú. Pero solo es mi culpa, mi inseguridad, mi náusea, la que habla. Todo. El. Tiempo. 

No eres tú porque nunca has estado. Porque no me has podido completar. Porque otros lo han hecho. Sin saberme, sin verme, sin conocerme. Me han hecho. Y me duele. 

Pediste que cuidaran de mí. Quizá lo han hecho a su manera. Quizá yo no entiendo esa manera. Quizá me ha faltado tu manera. Tu cuidado.

Tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario